Abrir un bar en un pueblo: estrategia contra el despoblamiento

Cabuérniga (EFE).- En las grandes urbes los establecimientos de hostelerÃa se cuentan por cientos o miles y los ciudadanos van de uno a otro casi en ruta, pero en los pueblos pequeños los bares -o, en muchos casos, el bar- son mucho más que un lugar en el que tomar el aperitivo o una bebida y constituyen el punto de encuentro para los vecinos.
Estos pequeños bares o restaurantes pasan a ser ‘centros de ocio' que fijan población y ayudan a combatir la soledad no deseada, como ha podido comprobar EFE en el municipio cántabro de Cabuérniga, que cuenta con un millar de vecinos repartidos en ocho núcleos por una superficie de 86,4 kilómetros en el valle del rÃo Saja.
En un contexto en el que las ciudades ganan pulso demográfico al ámbito rural, que en buena parte de España tiende a vaciarse, los bares de pueblo resisten en muchos casos al invierno solo con sus habituales parroquianos para después, en verano, atender el turismo creciente de Cantabria.
En algunos momentos del año, admiten, hay más gastos que ingresos.
La clientela de este tipo de bares es de lo más variopinta: padres con niños, jubilados o «chavalerÃa», y muchos no tienen horario. «Abrimos por la mañana y cerramos cuando se va el último», reconoce un propietario.
Comer, hablar o la partida
Silvia, dueña de Casa Juanillo, describe su negocio, el único en Renedo de C abuérniga, que cuenta con 148 habitantes censados, como «un bar pequeñito y familiar». «Viene a tomar el café la gente del pueblo, damos comidas y vienen los señores a jugar a las cartas, a reunirse aquà para pasar el rato», explica.
De lunes a viernes, en invierno, el cliente es vecino del Valle de Cabuérniga; el fin de semana se anima más gente, sobre todo de grandes municipios de Cantabria como Santander o Torrelavega; y en verano hacen acto de presencia los turistas.
La alcaldesa de Cabuérniga, Rosa Fernández, también valora la función social de los bares.

Relacionarse, hablar del dÃa o echar la partida son solo algunos de ejemplos que destaca la regidora, quien insiste en la importancia de seguir manteniendo vivos estos bares y de que los vecinos tengan un punto de encuentro «donde departir e intercambiar opiniones de vacas, de la hierba, del tiempo o de cualquier otra cosa».
También asegura que estos bares, muchos de ellos en zonas de carretera, permiten a los habitantes de la zona socializar con personas que están de paso.
Ayuda al último bar
El Gobierno de Cantabria ha habilitado 100.000 euros en una lÃnea de ayudas, denominada ‘El último bar', para que ningún pequeño núcleo rural en riesgo de despoblamiento y con poca población se quede sin establecimiento de hostelerÃa.
Cada local, que tendrá que ser el único del pueblo para solicitar la subvención, podrá beneficiarse de ayudas de hasta 2.000 euros para sufragar los gastos de suministros generales como agua, electricidad, gas y combustibles para calefacción, asà como de internet o plataformas digitales que amenicen la estancia en estos establecimientos.
El objetivo es mantener las tradiciones y contactos entre los vecinos, detalla a EFE la consejera cántabra de Inclusión Social, Begoña Gómez del RÃo, en su visita a varios establecimientos de estas caracterÃsticas en Cabuérniga.
«Es esencial mantener abiertos esos bares, que más que bares son la excusa para salir de casa, para compartir, para echar la partida o para hablar de cómo está el ganado. Queremos que sean ese lugar de reunión y mantengan vivo el alma del pueblo», afirma la consejera, quien anima a todos los posibles beneficiarios a solicitar la ayuda.
Los bares tienen un plazo de 20 dÃas hábiles desde el pasado 25 de junio, dÃa en el que se publicó la convocatoria en el BoletÃn Oficial de Cantabria, para pedir la ayuda, apunta el director general de Dependencia y Soledad No Deseada, Eduardo Rubalcaba, también presente en la visita

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